El rey que perdió un país, pero ganó un mundo.

Entre 1775 y 1783 se libró la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, que acabó con la derrota de Gran Bretaña, y de su rey, Jorge III de Inglaterra, que de esta forma perdió sus territorios coloniales en Norte América.

Lo cierto es que, aunque el Tratado de París se firmó en 1783 y por él Gran Bretaña reconocía la independencia de EE.UU., ésta era un hecho desde la victoria militar estadounidense en 1781. Sin embargo, ese mismo año, al tiempo que Jorge III perdía sus colonias, ganaba algo que ningún otro rey de la historia ha tenido: un planeta. Concretamente el Georgius Sidus, es decir, Planeta Jorge en latín.

Este planeta no es otro que Urano,  descubierto en 1781 por William Herschel, de quién ya habíamos hablado por el descubrimiento de la radiación infrarroja. Herschel, pese a ser de origen alemán, se nacionalizó Inglés y, como homenaje a su rey, que acababa de perder sus colonias, le otorgó su nombre al recién descubierto planeta.

En la época este nombre creó mucha polémica, ya que parecía inadecuado ponerle tal nombre a un planeta. Bode, otro influyente astrónomo de la época, propuso que, dado que Júpiter era el hijo de Saturno en la mitología, el nombre del nuevo planeta debería ser Urano, padre de Saturno. En Gran Bretaña se resistieron a este cambio, pese a que en el continente ese nuevo nombre se impuso rápidamente. Así, se pueden encontrar referencias oficiales al Georgius Sidus en Gran Bretaña tan tarde como 1850 Más, como es evidente actualmente, al final triunfó el nombre mitológico. Al final, el Rey Jorge III también perdió su planeta.